La Transparencia y el Parlamento de Canarias
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Alegre y ufano me dirigí hoy a la web del Parlamento de Canarias. Le había echado un vistazo al documento “¿Quién ocupa los 135 escaños?” referido a los parlamentarios catalanes, del que son autores Francesc Ponsa, Oriol Rua y Victor solé, editado por Finestra D´Oportunitat. Quería comprobar si con los datos que de sí mismos ofrecen los parlamentarios canarios, se podía hacer algún análisis que permitiera sacar algún tipo de conclusión: el nivel de estudios de nuestros parlamentarios, su experiencia política, su experiencia laboral, los años de carrera en la política, el número de años ocupando un escaño, su otros intereses al margen de la política, su conocimiento de idiomas, su presencia en las redes sociales…
Me había olvidado que desde hace un tiempo vengo utilizando de forma recurrente como ejemplo de opacidad al Parlamento de Canarias. En su día, quise enterarme de la razón de la modificación de un proyecto de Ley a última hora en Comisión a la vista de la nula voluntad de publicar los diarios de sesiones. El último publicado regularmente, el 11 de Febrero de 2011. Irregularmente o de forma extraordinaria, los correspondientes a la sesión de investidura los pasados 6 y 7 de Julio de 2015. Pregunté y fue imposible saber ni los padres de aquella modificación ni su razón —Que los Diarios de Sesiones no se publicaban en la web pero que “había un borrador” que circulaba entre los diputados—, eso me dijeron. Me persigné. ¿Y de las deliberaciones en Comisión? —Son secretas—, alguien me contestó al otro lado del teléfono. Me volví a persignar, ya más por costumbre ante lo inexplicable que por convicción.
Leyendo el Reglamento de la cámara autonómica canaria. Repasemos: las sesiones de las Comisiones no son públicas, aunque podrán asistir a ellas los representantes (ni siquiera los periodistas) de los medios de comunicación debidamente acreditados (garantía sólo en contados y excepcionales casos), salvo si se trata de Comisiones de estudio, o si se trata de una “sesión secreta”. Para que una sesión de cualquiera de las Comisiones sea secreta basta que lo acuerde la propia Comisión a iniciativa de su respectiva Mesa, a iniciativa del Gobierno, de un grupo parlamentario o de la quinta parte de sus componentes. El resultado lógico de tantos posibles es que el secreto es la regla y no la excepción. Ni siquiera unos supuestos cerrados para el secreto. La causa no importa.
Pero eso no es todo. Ahora más divertido e igualmente inexplicable: Siempre son secretas sí o sí:
a) Las sesiones y los trabajos de la Comisión del Estatuto de los Diputados y de Peticiones cuando se traten asuntos que afecten al estatuto de los diputados.
b) Las sesiones de las Comisiones de investigación preparatorias de su plan de trabajo o de las decisiones del Pleno, o de deliberación interna, o las reuniones de las Ponencias que se creen en su seno, serán siempre secretas.
c) Serán secretos también los datos, informes o documentos facilitados a estas Comisiones para el cumplimiento de sus funciones, cuando lo disponga una ley o cuando así lo acuerde la propia Comisión.
Esta es de pasada la versión canaria del mito de Giges. El anillo de la invisibilidad que todo lo corrompe.
Volvamos al principio. Dejando al margen a familias y palmeros de partido, salvo alguna excepción por su contumaz reiteración, poco o nada se sabe de nuestros parlamentarios. Eso tiene fácil arreglo. Publiquen cómo y con qué está amueblada la cabeza de los Diputados y si lo está. Eso es Transparencia. Lo del secreto también tiene arreglo. Arréglenlo. Los animo a salir de mi saco de ejemplos de opacidad oscura, más aún cuando es del Parlamento de Canarias de quien depende el Comisionado de la Transparencia. No es lo mismo dar ejemplo que ser el ejemplo.