Transparente a Palos
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En la película “Una noche en la ópera” (1935), el nuevo gerente, Otis B. Driftwood (Groucho Marx), ensalza ácidamente la figura del cantante Lasparri. En su discurso inaugural de la temporada operística, se dirige al público del teatro: “El señor Lassparri viene de una familia muy famosa. Su madre, fue una conocidísima bajo-cantante. Su padre, fue el primer hombre que rellenó los macarrones con bicarbonato, que a la vez que te causa indigestión, te la cura”.
En el Parlamento de Canarias también se rellenan los macarrones con bicarbonato. Tejida durante años una nebulosa difusa sobre su actividad, se apresuran ahora —a última hora—, a blandir la espada de la transparencia, para desenmarañar y dar luz en lo que ellos mismos han liado y sumido en la penumbra. Justo después de haber sido premiados por Transparencia Internacional con el título de subcampeón nacional de la opacidad parlamentaria. Un premio ganado a pulso que lleva camino de reeditarse. Tiempo al tiempo.
En esta opacidad interesada se cocinan componendas legislativas en comisiones presididas por el secreto, con datos, documentos e informes también secretos. Todo por arte del Reglamento. A espaldas del común de los ciudadanos. En ella, el diario de sesiones se publica con más de un año de retraso. Se ama —a la vista queda—, la insuficiencia de los datos y el pdf que dificulta su acceso y tratamiento y la información.
En ese desenfoque de su actividad, las iniciativas ciudadanas simplemente se ignoran. Y ahora, a la carrera, apremiados por el éxito del merecido subcampeonato y la cercanía de las próximas elecciones, toca hacer la luz, aunque no mucha. Poco a Poco, no vayamos a deslumbrarnos. Para empezar a transparentar, después de empapelar desordenadamente la web de pdfs (el gotelé decorativo de la transparencia), a juego con el universo surrealista marxiano que envuelve nuestra política, la prioridad ha sido emitir “en directo toda su actividad a través de www.parcan.es”, tal y como pomposamente se anuncia en la web del Parlamento. Algo común desde hace mucho en casi todos los Parlamentos del mundo mundial y que ahora exhibe nuestro parlamento como la varita mágica que los hará transparentes. Por algo se empieza. Aquí, la mayor parte de las veces, por el final.