Concurso de licencias de FM en Canarias; la transparencia
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Desde que se destapó la caja de los truenos el pasado verano, la Administración canaria, a la manera de los viejos pilotos de fragatas en tormenta, se amarró bien al palo de la transparencia. Igual que se conjuran los vampiros con la imagen de un crucifijo, nuestro gobierno ha argüido la transparencia del concurso como bálsamo de fierabrás. Frente a todo aquel que ponía en solfa el extraño resultado del concurso, transparencia.
Sin ir más lejos, hace unas pocas semanas, un parlamentario preguntaba al Gobierno canario por la marcha del concurso de concesión de licencias radiofónicas de Frecuencia Modulada (FM) en las Islas. La respuesta del consejero de Economía y Hacienda: ya subido en el burro, ¡arre burro! Esas no fueron sus palabras tal cual, pero mas o menos dijo eso. Además, no perdió ocasión de agitar el ajo de la transparencia en el parlamento y espantar a los demonios.
La página que el Gobierno de Canarias creó para la ocasión en su sede digital es el triste espejo de la transparencia del proceso. Información parcial e incompleta. Ni siquiera al día de la fecha, se han “colgado” todas las resoluciones que se han dictado en el procedimiento:
- ni las preguntas que hicieron los licitantes
- ni las contestaciones a esas preguntas
- ni la prórroga de la prórroga
- ni el nombramiento de la comisión de valoración
- ni las sustituciones de sus miembros
- ni sus méritos para evaluar los proyectos
- ni las valoraciones tampoco, que andan publicadas de tapadillo
- …
Incluso el archivo de las valoraciones publicadas, sin advertirlo al menos por su nombre ha sido sustituido sucesivamente de forma “discreta”. Sin querer ser exactos, hemos contado al menos cuatro versiones distintas. Por último, parece una broma clamar por lo transparente cuando se ha negado una y otra vez a los interesados el acceso al expediente y obrar con la misma oscuridad cuando se ha remitido el expediente administrativo a la Sala de lo Contencioso ante la que se ha recurrido la denegación presunta, “obviando” gran parte de los documentos de los expedientes, entre ellos las distintas ofertas presentadas.
Y para aquellos amantes sinceros de la transparencia, está la transparencia parcial. Desde el principio algunos, sólo algunos, tenían información precisa y exclusiva; fueron capaces de “adivinar” cada paso del Gobierno con precisión asombrosa. Otros, conocían el disparatado resultado dos semanas antes de su publicación. Por Santa Cruz, corrían rumores anunciando la buena nueva. Del expediente administrativo y de su resultado es fácilmente deducible que determinada información atinente al concurso y a sus criterios fue oculta, visible sólo para alguno. Como ahora se ha confirmado, se aprobaron a espaldas de los licitantes criterios y subcriterios que modificaban sustancialmente la orientación del concurso. Entre lo invisible y lo transparente, ¡lo nunca visto!