Del Derecho a Saber al Derecho a Conocer. Supervillanos del Acceso a la Información Pública: PDFMAN
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Este es un post de invitado de Rafa Camacho. Rafa es el desarrollador y content curator de la selección de contenidos Transparencia en España desde 2015.
Continuamos con el desarrollo de la serie sobre las barreras al acceso a la información pública, y esta semana nos encontramos de nuevo con la brocha gorda de la transparencia: PDFMAN. ¿Nos encontramos de nuevo? Pues sí, porque decir que hoy vamos a “presentarlo” tendría un punto de guasa importante. Que levante la mano quien esté leyendo esto y no se haya topado con él. ¿Nadie? Lo sospeché desde un principio, como diría el mismísimo Chapulín Colorado, ese antihéroe de barrio creado por el mítico cómico mexicano Chespirito.
Por otra parte, sobre la relación de PDFMAN y la transparencia ya trató mi compañero de aventuras supervillanas Juan Carlos García Melián en un post de 2014, cuando ya algunos como él advertían que no era transparencia todo lo que se publicaba… o al menos, no era tan transparente como podría ser, y que las paredes de cristal de nuestras administraciones a lo mejor sólo eran de metacrilato o de plástico fino.
Siguiendo la ingeniosa metáfora de ese post, “el PDF es a la transparencia lo que el gotelé es a la pintura”. Así, el PDF cumple su función en cuanto a la publicidad activa como el gotelé tapa los desconchones de la pared y homogeniza la pared pintada. Nadie puede decir que los datos o documentos subidos en PDF no están publicados, como nadie puede decir que una pared recién pintada está sin pintar, pero seguramente muchos convendremos que no es “lo excelente” . Y como la superpoblación de PDFs en una web de transparencia se viene considerando excelente o similar (véanse los ránquines de transparencia, o los numerosos titulares en prensa de corte local y comarcal especialmente), parece necesario dar este toque de atención sobre tan generosa evaluación.
El PDF tiene muchas virtudes que no son discutibles. Se reproduce sin problemas en cualquier sistema operativo, permite la conversión de múltiples formatos respetando su edición y contenido tal y como lo quiere mostrar el autor, es fácilmente distribuible, especialmente desde que se pasó la prehistoria de los módems telefónicos para conectarse a Internet, es fácil de crear hasta por los afectados levemente por BRECHATECH…, es bueno, bonito y barato. O eso piensan las administraciones. Y además no es fácil de editar, y mucho menos de manera gratuita, con lo que, queriendo o sin querer, se añade otra valla en la carrera de obstáculos que puede resultar una petición de acceso a la información pública por parte del ciudadano medio, incluso si obtiene una contestación afirmativa.
¿Quieres documentos? Toma un carro de PDFs, y depende de la voluntad real de transparencia de la administración en cuestión, que sean cifrados o en formato imagen, para que ese ciudadanito ingenuamente feliz por haber obtenido respuesta tenga que acabar viéndose como ese clásico espía de la ficción que hace clandestinamente fotografías de los archivos “top-secret” archivados bajo siete llaves.
¿Quieres transparencia? Toma dos tazas. Puede parecerle al lector que exagero, pero ejemplos hay de peticiones de información resueltas, previo “tirón de orejas” de un órgano garante, para las que como respuesta se procede a llenar, literalmente, una furgoneta de papeles para dar “toda la información” al reclamante.
¿Que la quieres digital? No hay problema. Toma unos miles de PDFs y déjate las pestañas leyendo y transformando tan liviana lectura en datos. La actitud de la administración es la que determina ese comportamiento, y se puede poner en práctica tanto en la versión “analógica” como en la “digital”. Y eso, como ya vimos en nuestra serie, no es información, es infoxicación.
El pdf debería ir acompañado de otros formatos reutilizables: XML, CSV, XLS, DOC... Share on X
Todas las ventajas del PDF no las voy a rebatir, pero permítanme que sí lo haga respecto a la supuesta plenitud de su excelencia en caso de que fuera el formato perfecto, el definitivo, el colmo de la transparencia, porque no lo es: pregunten por la indexación de PDFMAN y la presencia en los motores de búsqueda web de documentos ungidos por sus poderes, que lo pueden convertir en un villano invisible a los ojos del mismísimo Google.
Y puestos a pedir, que creo que no es mucho, como ya sugería Juan Carlos en aquel post que les cité al principio, acompáñese de otros formatos (XML, CSV, XLS, DOC…). Siguiendo con las citas de programas infantiles, recordemos cómo en La Bola de Cristal nos aconsejaban: “sólo no puedes; con amigos, sí”. El Boletín Oficial del Estado es buen ejemplo de ello. Las Disposiciones del BOE se publican en varios formatos y no sólo eso, se relacionan con la legislación que le atañe directamente (análisis); la Disposición, bien dispuesta con sus amigos.
Y es que además hay una evidencia: el PDF no nace, se hace. El PDF (en su inmensa mayoría), antes de su existencia pluscuamperfecta, fue un DOC, o XLX o vaya usted a saber qué tipo de archivo editable. ¿Es necesario ponerle una coraza? Puede ser práctico si le acompañan otros formatos. Si se queda solo ante el inquisidor peticionario de información, se convierte en cierta forma en un truco de magia: ahora ves un pañuelo, ahora es un conejo… ahora ves la paloma, ahora no la ves…
Al hilo de esta pregunta, subyace un obstáculo, una barrera o un qué sé yo que es tanto o más preocupante que las limitaciones técnicas: “el miedo a que me lo cambien“. Esto es real, creo que tampoco es necesario, como con PDFMAN, extenderse en la explicación. “Es que si cuelgo una hoja Excel con los presupuestos me lo pueden cambiar y publicarlo… ¡no es seguro!”.
Parece que no puede el guardián de la pureza de la información dormir tranquilo sabiendo que hay inquisidores perversos y desocupados que van a alterar sus datos inmaculados para publicarlos fraudulentamente. Pero no piensa nuestro guardián que si él ha publicado a la vista de todos los mismos datos, es muy fácil detectar el fraude y destrozar la credibilidad de quien se atreva a hacer tan burda trampa, a la par que refuerza la del emisor original.
Ese entrecomillado anterior, tan llano, tan cargado de aparentemente lógicos recelos, muestra el problema de fondo que subyace bajo su premisa: no se confía en los receptores de la información. Ni se confía en sus buenas intenciones, ni se confía en su inteligencia. Y tal vez no sea ese el camino que deben explorar las administraciones para ganarse una confianza perdida como consecuencia del descrédito de la política y los crecientes sentimientos de desafección a ella, que se contagian, como una mala gripe, de la política a la administración, de los representantes a los gestores, de los políticos a los funcionarios. Un par de tazas de confianza, por favor. Y PDFMAN, con amigos, sí.
Detrás del uso del pdf subyace una premisa: no se confía en los receptores de la información. Share on X
Veamos que nos dice este esperado Supervillano PDFMAN:
“Yo soy la solución a todos tus problemas de transparencia. Popular y de uso fácil, configurable y asegurable, compacto e inconmensurable. No veas el volumen de documentos e información que puedo manejar. Y me verás tal cual, como el documento original. Soy independiente: hardware, software, o sistema operativo, me da igual. Fácil de transmitir y usar. Y para ocultar la información, soy el campeón. Medalla de oro en dificultad de edición. Sea el escaneo o la imagen de un documento o por configuración, impenetrable e inescrutable por las máquinas. Información inaccesible e irreutilizable. Que hay que publicar las cuentas, pdf; que te piden la relación de contratos menores, pdf; que hay que publicar un listado de lo que sea, ahí estoy yo. Tablas y datos, para cosidos y zurcidos, pdf que te crió.”