Concurso de licencias de FM en Canarias; Que viene el lobo
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Me prometí hace unas semanas olvidarme por un tiempo del concurso de licencias de FM, pero no hay manera. Como si de un desdén amoroso se tratara, cualquier cosa hace que me vuelva a la cabeza y avive su recuerdo. Y si lo del desatino del corazón no fuera suficiente, como los macarrones rellenos de bicarbonato recordados por Otis B. Driftwood en “Una Noche en la Opera”, que a la vez que dan dolor de barriga lo curan, está -para ayudar a hacer la digestión de todo este embrollo-, el portavoz del Gobierno de Canarias y a la sazón Viceconsejero de Comunicaciones, recordando cada vez que puede lo “inminente”: la resolución del concurso.
Algo que ha sido “inminente” tantas veces y desde hace tanto, deja de serlo y se convierte en “inmanente”, inherente a la esencia de todo este descalabro y se acerca al amague miedoso, o lo que en nuestro deporte vernáculo se llama pasividad en la brega. Otro desatino más, “muero porque no muero” que dijo Santa Teresa. Pareciera que el desenlace de esta comedia administrativa no llegara, y su autor principal, por lo menos el conocido, no supiera como deshacer la madeja o confiara su final a la Semana Santa, cuyas sombras -igual que el verano-, son propicias para estas penitencias.
Pudiera también suceder -como se estila ahora- que haya varios finales. Que el editor tenga dónde elegir, según cómo y cuándo. Lo cierto es que igual que en la fábula de Esopo, de tanto anunciar que viene el lobo, cuando llegue el susodicho cánido, nadie va a creer al pastor. Mientras, y en tanto el pastorcillo nos anuncia una y otra vez la buena nueva, nos hemos entretenido en devolver una vez más, -y ya van dos-, el expediente administrativo para que la Sala de lo Contencioso conmine a la Administración a enviar el expediente completo. Ahora, ya tenemos cada uno de los proyectos presentados, pero la Administración ha “olvidado” nuevamente incorporar al expediente la evaluación realizada de cada proyecto para cada uno de los criterios por la mesa de evaluación, con el detalle de las puntuaciones otorgadas a partir de las cuales se ha aplicado la fórmula que se contemplaba en las bases, y sin las cuales no se puede revisar la actuación de la mesa o comisión de valoración.
Por ejemplo, respecto de la parrilla de programación propuesta por cada licitante y que supone el 56% de la totalidad de la puntuación, es preciso conocer en qué tipo de programación de los previstos en las bases se ha incluido la duración de cada uno de los programas previsto en la parrilla de programación en cada proyecto, porque de no hacerlo así, se desconoce por completo la lógica seguida por la Administración para llegar a las tablas de resultados ponderados que reflejan las valoraciones. Según las reglas de la convocatoria, la ponderación otorgada a cada uno de los proyectos a cada licitante en cada criterio, dependía de la propia puntuación y de la obtenida por cada uno de los restantes. En esta novela a medio camino entre el género de intriga y la tragedia administrativa, visto lo visto, todo puede ocurrir, hasta que el pastorcillo imprudente acabe advirtiendo al lobo: ¡corre, que vienen las ovejas¡